Estaba en casa de una amiga, una vieja, de aquellas del tiempo del cole. Volvía a su casa después de 8 años de ausencia. Aunque esta vez, no fue un carrete como los de antaño, distorsionados. No, porque ahora estamos un poquito más viejos.
Las horas avanzaban, y para no sentir su peso: conversamos. Pero ese día no tuvimos una conversación ordinaria, más bien nuestras almas hablaron y ellas se conectaron; hablamos como nunca lo habíamos hecho. En una de estas conversaciones, nos pegamos una voladita. Renato nos comenzó a contar de un libro que estaba leyendo- que a todo esto encontré muy interesante, pues noté que respaldaba mis convicciones,descubrí una base teórica para poder fundamentar mi visión de la vida y mi postura frente a ella- Se llama: El darse cuenta. Sentir, imaginar y vivenciar. Es de John O. Stevens. Son ejercicios y experimentos que postula la sicología de la corriente guestáltica.
Él me prestó el libro para darle una mirada. Me di cuenta que los ejercicios eran muy parecidos a los que se ven al comienzo de la película: Mar adentro. Entonces, enganché inmediatamente.Pero eso no fue todo, con mi amigo estábamos hablando de nuestras relaciones de pareja, los conflictos que habíamos tenido y que podríamos tener, cuál era nuestro concepto de pareja y lo que estamos dispuestos a entregar.Fue en ese preciso instante, que me pasa el libro marcado en una página que decía lo siguiente (y me pareció fantástico, porque es lo que siempre he postulado):
La oración de la guestáltica, según Fritz Perls:
" Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo.
No estoy en este mundo para llenar tus expectativas
y no estás en este mundo para llenar las mías.
Tú eres tú y yo soy yo.
Y si por casualidad nos encontramos, es hermoso.
Si no, no hay nada que hacer."
Fue un momento mágico, estar con mis amigos, pero más hermosos aún: reconocerlos, compartir nuestras creencias, visiones, darse cuenta que somos más parecidos de lo que nos imaginábamos.
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