
Apareciste como un cometa,
ésos que pasan una vez por la tierra.
Y fue ese fulgor,
esa explosión que causaste en mí,
la que remeció mi vida y mi corazón.
No fue tu voz,
no fue tu mirada,
tampoco tu cuerpo
ni tu sonrisa.
Simplemente fue tu visión de la vida,
tu sentido del humor;
hasta tu mala ortografía.
Tu sencillez conquistó mis días y mis noches,
tu sinceridad apasiguó mis miedos,
tu pasión estimuló a la mía,
tu alegría esfumó mis tristezas.
Un nuevo horizonte despierta ante mí
y me ofrece una ruta llena de aventuras y riesgos.
Sin embargo, hoy no me siento sola,
porque en cada pisada que doy,
siento tu mano que se entrelaza con la mía.